Un sadomaso predecible

Un sadomaso predecible

ESTABA YO ESFORZÁNDOME por no quedar en ridículo en plena faena cuando de repente María, con las mejillas coloradas y sin aire, me dice:

—¡Haz algo, cambia!
—¿Qué? —pregunté completamente a contrapié.

Estaba concentrado en mi objetivo y en el vaivén que tenía que mantener.

—Sé original, cambia, ¡haz algo nuevo! —volvió a decir entre jadeos.

Yo me quedé en blanco durante dos segundos. Detuve el vaivén intentando procesar la petición que me hacía. Lo primero que recordé fue que para innovar había que hacer algo distinto a lo que siempre hacemos. No se me ocurrió otra cosa que recurrir a mi cultura porno y darle un azote en el trasero. Fue un buen azote: fuerte, directo. Me ardió la mano y, supongo, que a ella la piel, porque instantes después yo me estaba sobando la cara. Del azote en el trasero saqué yo uno en la mejilla. Eso es lo que sucede por salirse de los cauces habituales, por no ser predecible.

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